Este proyecto fue el ganador de un concurso convocado para la ampliación del Cementerio Municipal de Jijona en colaboración con el arquitecto Carlos Gallego.
La búsqueda de un nuevo modelo de cementerio –diferente al actual- donde la dialéctica entre la vida y la muerte ha de encontrar expresión en la geografía del lugar y simultáneamente producir un impacto en los territorios de la imaginación, para configurar un espacio humano lleno de vida.
De la ciudad de los muertos…recintos aislados del exterior, vallados, acotados, impermeables a su entorno, que nos recuerdan a los “hortus conclusus” de la edad media con su miedo al exterior. Calles abigarradas, densas, repetidas, tramas ortogonales y rígidas. Almacenes apilados sin alma, como objetos en desuso. Elementos dispersos que nos recuerdan incesantemente que el silencio es el protagonista y nos mandan callar, no expresar, no sentir…
…al jardín de los recuerdos…,al espacio abierto, libre, al vínculo con la naturaleza, lugar donde el recogimiento no es sinónimo de desasosiego, sino de paz interior, conexión con el paisaje, que nos emociona con sus texturas, topografía, colores y aromas, y sobre todo, conexión con los que ya no están en una envolvente de sensaciones placenteras, este es nuestro jardín de los recuerdos.
El parque urbano: frente al desasosiego y la tristeza que produce habitualmente la visita al cementerio tradicional, se propone un nuevo modelo de cementerio-parque donde la muerte deje de tener un significado finalista. Un espacio ajardinado y cargado de vida para entrar en sintonía con la Naturaleza y con nuestros seres queridos ahora ausentes.
El cementerio surge de la interpretación del lugar, dialogando con él. Interpretamos el lugar y elegimos la aparente no-intervención
El proyecto hará especial hincapié en trabajar con las preexistencias del lugar, ya que entendemos que éstas (especies vegetales, red de bancales,…) forman parte de la cultura más primitiva del pueblo de Jijona a la vez que nos permite conseguir una integración total con el paisaje circundante.
Mantener y recuperar la red de bancales existentes como testimonio que nos dejaron nuestros antepasados árabes en el paisaje y que en Jijona toman especial relevancia ya que a partir de los mismos fue posible el cultivo de almendros.Asumiendo la topografía existente, se plantea la integración de los distintos volúmenes edificatorios destinados a enterramientos (nichos, panteones, inhumaciones subterráneas) como si de un elemento más de la acción agrícola se tratara, sin entrar en conflicto con el lugar donde se implanta. El desnivel de los bancales, junto a la modificación del perfil del terreno que nosotros planteamos, nos permiten absorber la volumetría de la edificación. Las fisuras excavadas en el terreno a modo de patios ingleses, acequias o fisuras que invitan al recogimiento y aportan intimidad. El acceso a éstos se plantea mediante unas rampas con una pendiente mínima, recorridos graduales que conducen a la última morada.
Los alzados de la edificación enfatizarán el carácter de bancal con una marcada horizontalidad, de manera que las divisiones de los nichos no se leerán como cuadrículas, sino como líneas horizontales. Este efecto lo conseguimos constructivamente retranqueando unos centímetros el plano de cerramiento de la estructura horizontal, de noche unas líneas de fibra óptica refuerzan aún más la idea. Una vez hemos llegado a los patios o fisuras, unas gradas enfrentadas a la última morada, nos permiten el recogimiento y la conexión con los que ya no están, dialogando, con sólo la contemplación, con música o la lectura en voz alta de un libro, y todo ello el tiempo que cada persona necesite, sentado, recostado, tumbado…,por qué había que limitarse a una incómoda corta visita de pie.
Estas micro-topografías tan características del paisaje jijonenco se mantenían gracias a la labor de los agricultores que asumían la reconstrucción de los márgenes para la conservación de sus cultivos. Desde hace décadas, con el progresivo abandono de la actividad agrícola, los márgenes han empezado a desaparecer y los procesos erosivos son cada vez mayores.
Hacer uso de especies florales y aromáticas autóctonas como símbolo de vida hacia la configuración de un tapiz floral vivo y cambiante con el tiempo. Alfombras de colores y aromas cambiantes. El don de vida ha pasado a las flores, no hay cabida para las naturalezas muertas, flores de plástico o flores que se marchitan en unos días depositadas una vez al año.
Detrás de esta decisión de trabajar con especies vegetales autóctonas hay una doble intención: activación del espacio a través de los cambios cromáticos y la presencia continua de vegetación Y reducir el mantenimiento de las superficies ajardinadas.